Alfonso se levantaba cada día con mucho sueño hasta que se daba cuenta que tenía que ir al cole y se despertaba de un salto y corría a desayunar. Al rato, no tan contento llegaba su hermano y más tranquilo y perezoso picaba las magdalenas y luchaba con la taza de cola cao.
Cuando llegaban al colegio, el pequeño iba al edificio de primaria, mientras que el mayor caminaba hacía su clase de primero de la E.S.O. que estaba el edificio de colores. Allí las cosas cambiaban, ellos ya no eran tan iguales. Por lo menos así lo veían sus propios compañeros.
Daniel llegaba a clase y se ponía en la última fila después de saludar a todos sus colegas que esperaban ver que ocurrencia iba a tener hoy en clase. En cambio, en el edificio más viejo Alfonso llegaba en silencio, se sentaba a la izquierda de la mesa del profesor y aunque conociera a todos sus compañeros solo saludaba a los más cercanos, quizá porque en clase su voz descendía de tono y solo alcanzaba a las mesas de al lado.
Todo el colegio sabía que Alfonso solo era el hermano de Daniel y que era un empollón, mientras que el hermano mayor era conocido en el recreo por ser el único capaz de conseguir salir del patio sin ser visto, por dejar dedicatorias en el coche… Parecía que al pequeño, al que más se lo ganaba, nadie le respetaba aunque consiguiera todo trabajando y tratando bien a los demás y a sí mismo.
Un día, las cosas cambiaron, cuando un profesor quiso hacer una exposición sobre un trabajo y el pelirrojo Alfonso fue su mano derecha en todo momento. Nadie confiaba en él y creían que en cuanto se pusiera a hablar se iba a poner a temblar de la vergüenza y que no le harían caso porque apenas sabían que ese niño iba a su colegio.
Su hermano Dani, intentó hablar en casa con él para que desistiera y dejara de ayudar al profesor porque tenía miedo de que los compañeros del pequeño se metieran con él y no confiaba en que su hermano lo hiciera bien bajo presión.
Pero Alfonso a pesar de toda la presión, decidió continuar hacia adelante con el apoyo de sus padres, de su profesor y de algunos compañeros que sabían todas las aptitudes que él tenía. Los días hasta que llegó la gran fiesta fueron un poco duros pero la ilusión que tenía cada día lo superaba todo.
Llegó el gran día, seguramente el único día donde él era el protagonista. Arregló su corto pelo y lo puso como su estado de ánimo, hacia el cielo. Los zapatos que su madre solo le dejaba usar los domingos, unos vaqueros y su camisa favorita para así sentirse lo más cómodo posible. Cogió su pequeña maqueta que el mismo había hecho con plastilina para explicar su proyecto, lo que a él le gustaría hacer con el colegio, una verdadera obra de arte, y montó en el autobús que todos los días le dejaba en la puerta del colegio. Salió a escena, vio el gimnasio lleno de compañeros, profesores, padres… los que se situaban en las primeras filas le sonreían pero los que estaban un poco más para atrás cuchicheaban entre la oscuridad. Cogió el micrófono y ante la sorpresa de todos bajó a las butacas, se sentó y comenzó su exposición diciendo… “desde aquí abajo y sentado en estos sillones tan cómodos parece que estamos viendo una película… pero desde allí arriba parece que estamos en la plaza del pueblo esperando que cada uno de vosotros diga algún defecto de todo lo que decimos”
Después, continuó con su exposición, las nuevas salas que quería crear, los árboles que quería plantar para poder jugar con ellos, las clases que quería poner para contarse entre todos los alumnos que se podía mejorar del cole…
Al finalizar, todos le dieron un aplauso, y el orgulloso bajó y se volvió a sentar para seguir escuchando a los compañeros. Cuando el acto terminó, todos le dieron la enhorabuena y parecía que todos le querían. Pero él, solo dio un abrazo al profesor que había apostado por él desde el principio y a sus padres.
Al día siguiente todos en clase le trataban como si fuera alguien especial, aunque él no lo creyera. Alfonso siguió siendo como hasta ahora, trató de animar a sus compañeros cuando había un día difícil, trató de ayudar en las mates a quien se le daba un poco mal… la diferencia es que ahora le tenían en cuenta, lo cual ayudaba a que el ambiente de la clase fuera mejor.
Pocos días después cuando llegó a casa y dejó el abrigo en su habitación se dio cuenta que alguien daba golpes en la habitación vecina. Abrió con cuidado la puerta y vio a su hermano cabreado y diciendo de todo a la pared como si fuera su peor enemigo. Alfonso se sentó en la habitación y empezó a hacer preguntas con la mayor inocencia del mundo, pero poco a poco su hermano mayor le iba contando lo que le pasaba hasta que Alfonso le dio un gran consejo. Le dijo que tratase de ser igual en el cole con sus compis que en casa con él, que a su hermano pequeño le ayudaba y a sus compañeros no, y eso no era bueno.
Cuando se fue a la cama Dani se quedó mirando un dibujo que le había hecho su hermano en un cumpleaños. Y únicamente pensó en que a veces… los más pequeños nos pueden dar los mejores consejos.
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