martes, 3 de enero de 2012

APRENDER A DECIR ADIÓS

Todo bosque tiene su joya. Su flor alegre, su árbol sabio, su enradera acogedora... y cada una de esas plantas son únicas y especiales. Yo te voy a hablar de la flor de ese jardín.

Colorida y jovial en los días soleados, algo triste y marchita cuando los días eran grises, parecia el perfecto reflejo de aquellas personas que caminaban rozando sus petalos sin ni siquiera ver su belleza.

Aquella flor no era la que más llamaba la atención y solo unos pocos se fijaban en ella, pero quienes lo hacían conseguían que la flor fuera el centro de su vida. Esas personas muchas veces paseaban por allí simplemente para respirar su aroma, y saber que siempre el mundo huele a rosa, aunque mil nubes cubran el cielo. A veces, cuando llovía la abandonaban allí, aunque la tuvieran en el corazón no acudían a protegerla y observar su colorido.

Poquito a poco la flor cambiaba de pasajeros. Algunos días se sentía muy sola, y otras en cambio rodeada de gente. Aprendió la bella flor que todo viene y va, y que nadie permanece siempre salvo ella, que arraigada al suelo no puede moverse de allí.

Las heladas, los días soleados, las tormentas...hacían que ella se fuera protegiendo, que se fuera dando cuenta que sus raices debían amarrarse a las tierras, pero que su florecer no podía depender de la luz que los viandantes la dejaran.

La bella y sabia flor aprendió lo que la flora más antigua del bosque había aprendido antes. Que todo lo que por allí pasaba no era más que cambiante, y que hasta las plantas que siempre habían permanecido a su lado puede que un día faltaran. A veces por enfermedad, otras por distancia o simplemente por orgullo. Pero sin embargo otras veces son un buen fruto a su lado, pero un día dejan de serlo, te quitan la luz, se quedan con todas tus energías o agua y decides que lo mejor es transplantarla. Seguir compartiendo terreno, pero más lejos. Otras flores te acompañarán, otras plantas vivirán aventuras contigo. Pero esas que siempre estuvieron no tienen porque seguir siendo tus acompañantes diarias.

El árbol sabio la dio el último consejo: "separar seres vivos de tu terreno no significa olvidar como florecieron y crecieron a tu lado, como ellos te ayudaron también a ti. Pero un día, todo  cambia,  y la misma tierra no da los mismos frutos, a ti puede que no te convenga y decides cambiar. Lo más importante es que no digas adios, sino hastaluego, sigues conmigo, pero no te llevo a todos lados"








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