La sala era algo vieja, y las
puertas no eran menos. Siempre se quedaban atascadas, y cuando no cerraban una
patadita y arreglado. O al menos eso hacia ella y su amiga.
Estaban celebrando un cumple y
según se acercaba la noche la gente se empezaba a ir a casa, de fiesta, a
estudiar… cada uno a lo importante que tenía que hacer en esos momentos. Pero
Gabi y Marta se quedaron un rato más, habían quedado más tarde y no les apetecía
subir a casa para tan poco tiempo. Él fue a la otra sala a por una botella de
agua y cerró la puerta en broma, pero cuando volvió se dio cuenta de que no
podía abrir la puerta. Había dejado a Marta dentro… ¿con quién iba a jugar al
futbolín, ella sola? ¿Y qué iba a hacer ella allí sola?
Tendrían que esperar a que
llegara el cerrajero, su amigo no la iba a dejar sola ahora que la había
encerrado…así que se quedó al otro lado de la puerta. Las horas pasaban,
Melendi, El Barrio, Esdm… iba siendo su repertorio para pasar el rato.
Marta vio que había un papel y
un boli en la sala. Era lo único que tenía a mano. Así que comenzó a escribir.
Había tantas cosas que decirle que no se atrevía si la puerta estuviera
abierta.
Comenzó con un dibujo con una
cara sonriente y una viñeta que decía: “gracias capullo”. Ahí empezó el juego…
“Si estabas deseando quedarte
encerrada para no salir con tus amigos, no me digas que no, ¿eh?” escribió él.
“Claro, sola y abandonada aquí, sin nada que hacer. Y con un tío que está loco y que canta al otro lado de la puerta… ¿crees que de verdad lo estaba deseando?” contestó ella.
“No estás sola…¿o quieres que me vaya?"
“Te puedes ir si quieres, no hace falta que estés aquí por compasión… a lo mejor puedo jugar al futbolín yo sola, de un lado para otro. Así corro y hago deporte :D”
“Valle, entonces… chao! Mañana nos vemos”
“Te quiero” le dijo por fin ella cuando creía que esta nota no la vería.
“¿por eso quieres que me vaya? ¿Por qué me quieres?”
“No, mierda. Porque creí que te habías ido y porque soy una cobarde y no me atrevo a decirte a la cara que TE QUIERO. Pero si puedo decírtelo cuando veo que te alejas y que ya no me oyes. Cuando no me miras y sé que estás pensando en otra a la que tú quieres. Cuando no me puedes decir que no y no puedo sentirme rechazada y que el corazón me duela, me duela como si me estuvieran clavando alfileres una a una. Sí, es algo simple, pero no puedo.”
Gabi abre la puerta y la ve en
un rincón mirando por la ventana. La besa el cuello por detrás, la agarra
suavemente del hombro y la da un abrazo. Marta le pregunta cómo ha abierto la
puerta y él la dice que simplemente la había atrancado para estar un poco más
junto a ella, para seguir oyendo su risa.
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