viernes, 25 de noviembre de 2011

EL PARTIDO DE TU VIDA...


Guillermo estaba jugando al fútbol en una pista de su barrio con sus amigos. Cuando acabó se fue a casa, pasó por el parque como hacía siempre porque atajaba bastante y porque había una fuente y tenía sed después de darlo todo en el partido. Normalmente había un señor mayor sentado en un banco, y cuando le veía dejar la bolsa de deporte en el suelo y beber agua como nunca se reía, y le decía: “¿has metido muchos goles hoy? Seguro que ha sido un muy buen partido”.


Esta vez no iba a ser menos, pero algo fue diferente. Guille pasó por ese mismo lugar, pero se giró al oír la música, no solía encontrarse con gente por la calle que escuchase su grupo de música favorito. Inconscientemente se giró, allí había una chica morena, de ojos claros y que tenía entre sus manos un balón de baloncesto. Se quedó parado, esa imagen le impactó tanto… Cuando pudo volver a andar, llegó hasta la fuente y allí estaba en el banco el amable señor.
Con su acento argentino que le recordaba a las grandes glorias del fútbol sudamericano le saludó. Y esta vez no le preguntó por el partido, sino le dio un pequeño consejo: “Hay veces que los partidos que se juegan fuera de la cancha son mucho más importantes, pero no sabemos manejar la pelota y no nos atrevemos a meter gol” El chico se rio y sin casi darse cuenta se dio la vuelta para mirarla. El señor soltó una carcajada y le dijo que jugara su partido, el que podía durar toda su vida. Guille río y marchó hacia adelante pero no pudo evitar volver a pararse y volver donde la chica.
Se situó enfrente, sacó su balón de fútbol sala de la mochila y lo puso en sus pies. La observó sin que ella se diese cuenta mientras balanceaba la bola. Parecía algo despistada, que disfrutaba con el balón naranja en las manos, que estaba recordando un momento de una forma nostálgica… le recordaba a él de niño. No dudó ni un momento más y le lanzó su balón de fútbol. Ella lo cogió y miró hacia arriba. Se encontró con él. Sonrió y le devolvió el balón.
“Parece que hoy es el día mundial del balón” Ella sonrió, pero siguió callada.
“Sabes, a mí también me ha pasado muchas veces, me siento en mi habitación con la misma música que tú tienes puesta y con el balón en los pies. Me pongo a pensar en lo que he hecho y en cuantos goles más debo meter para sentirme bien, pero casi siempre acabo comprendiendo que lo importante no son los goles, sino el estilo de juego. Unas veces se perderá y otras se ganará, pero siempre se debe mantener la línea en la que creemos. Yo no creo en ningún Dios, ni tengo una cruz o algo así que me acompañe. Pero creo en el fútbol, y tengo este balón que es mi particular símbolo. Creer en un deporte es mucho más complejo que en una religión. Te enseña también valores y muchos. También es una filosofía de vida. Y por supuesto también te acompaña cuando te sientes solo y nunca te deja tirado. Espero que no te importe pero llevo un rato mirando como acaricias tu balón y creo que sientes lo mismo, pienses lo que pienses…acuérdate del partido que estás jugando, que es un deporte de equipo y que lo más importante es saber a qué y cómo se juega, sin traicionarse, sin alejarse del estilo. Porque ese mismo estilo es quien te da las alegrías aunque sea también quien te hace derramar lágrimas y perder puntos en las derrotas. Cuando me he acercado y he visto tu mirada no me ha quedado duda, tú sabes jugar este partido, vas a salir victoriosa sin importar los puntos que anotes o las asistencias que des. Ahora creo que es mejor que me vaya. Espero verte alguna vez dentro del mismo partido”
Guillermo se alejó poco a poco… volvió a pasar por la fuente y el señor le dio una palmadita en el hombro. Pero de repente algo le tocó la pierna, era el balón, el naranja, el de la chica del árbol, de la música, del partido… cuando cogió el balón vio como ella llegaba y le dio un abrazo. Entre sus brazos se echó a llorar, tenía tanta presión encima por el partido que ella se había marcado como final que no se había dado cuenta de disfrutar de cada minuto estuviera donde estuviera. Lloro sin consuelo, sólo con su abrazo desconocido. Aquellas lágrimas se quedaron entre sus corazones, entre sus brazos… y por supuesto entre la mirada cómplice del chico y el señor que sería testigo único, de lujo. “Por cierto me llamo Guillermo” le susurró al oído.

1 comentario:

  1. solo te dire que en contadas ocasiones ese lugar no es tan acogedor como deberia ser

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