miércoles, 23 de noviembre de 2011

INSPIRACIÓN MATUTINA...

Acaba la clase, suena la campana y como siempre, Amaia corre a por su abrigo, su mochila y se despide de sus compañeros. Se acerca a la parada del autobús y espera a que venga la linea que le lleva hasta su casa. Es una niña algo despistada, torpe, con mala suerte... o como lo queramos llamar y casi siempre la toca esperar a un nuevo autobús. Pero esta vez algo era diferentes, tal vez el día o tal vez la luna estaba de su parte.

Llegó a la parada y el bus giraba la esquina, no había nadie esperando y poca gente dentro. Por lo que cogió su bonobús, picó... intentó guardarle sin perder el equilibrio y se sentó en el hueco entre los asientos delanteros, como más la gustaba a ella. De ahí no se tenía que levantar para dejar a nadie sentar, desde esa perspectiva veía a todo el mundo que entraba al autobús y desde ahí también podía ver como el conductor tocaba todos y cada uno de los complicados botones que tiene ese cacharro, parece simple, siempre el mismo recorrido, pero la verdad que debe ser dificil conducirlo y a Amaia desde bien pequeña siempre la ha gustado fijarse en esas cosas.

Una vez que dejó la mochila a su lado se fijó en algo concretamente, un cuaderno, un cuaderno con muchas notas en azul y rojo. Levantó la vista y vio a un chico algo mayor, no demasiado joven. Miraba a todos los lados y anotaba cosas, tocaba el movil porque parecía no encontrar la música adecuada para ese momento, cerraba los ojos y pensaba en esas cuadriculas que quería llenar.

Para Amaia eso significaba que la luna estaba de su parte, la gustaba soñar, imaginar... y siempre buscaba una vida con la que poder imaginar, por eso la gustaba tanto el metro, la calle principal de su ciudad, la ventana de un bar... porque podía jugar a imaginarse la vida de quien pasaba a su lado. Esta vez no fue menos, y él fue su modelo. Comenzó a imaginar el cuento que estaba escribiendo, a donde iria, quien le esperaría en casa, por qué no encontraba la música adecuada...

Lo que Amaia no sabía es que para él, ella también fue su musa. Se encontró con su escondida mirada, su lengua juguetona, sus pies bailarines y su pelo brillante. Y así de esta manera comenzó a ocupar hojas y hojas de su libreta.

Él continuó sus notas, ella imaginó su vida...ambos fueron inspiración para el otro, ambos fueron una luna que les permitió soñar.

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